domingo, 26 de noviembre de 2017

La tenebrosa senda de la imposición

       Soy muy poco amigo de las imposiciones. Pero es cierto que cuando mis alumnos piden democracia en la clase yo les digo:  "mi clase" es una dictadura; y a veces parafraseo a Tom Berenger en la película "El sustituto", dulcificándolo un poco, diciéndoles aquello de "yo soy el dios tenebroso de este universo (mi aula) si me provocais seréis destruidos". Pero ellos, que por fortuna en general me respetan, no tienen ningún miedo de mis bravatas, por que creo que  se sienten escuchados y atendidos, saben que en el fondo busco su complicidad y no su sumisión.
       Sólo los alumnos que entran por su propio pie en el camino del conocimiento, sea del tipo que sea, sacan el máximo provecho de su tiempo de aprendizaje, porque es la propia voluntad la que nos lleva por el camino del éxito. La imposición, la dictadura y la obligatoriedad terminan dando pobres resultados que valen sólo para pasar el curso, cursillo o materia correspondiente y librarse de la molesta tarea lo antes posible.
      Y es que el camino del conocimiento es una senda en la que pondremos el pie sólo por propia voluntad. Será más dulce si la hacemos acompañados; será más dulce si,como decía el libanés, Khalil Gibran en "El profeta",  tenemos maestros que nos de su comprensión y su afecto guiándonos hasta el umbral de nuestro propio espíritu, ; será más dulce con buenos compañeros... pero será nuestra decisión  la que nos lleve a  recorrerla.
      Es por ello que no entiendo, en está voragine innovadora que sacude a las comunidades educativas, y que persigue la máxima complicidad de los alumnos y su máximo bienestar en el aula, que se obligue a maestros y profesores a recibir y poner en práctica métodos que no ven claros, o con los que no están de acuerdo, prescindiendo de su opinión y de su complicidad. Omitiendo la posibilidad de dar ese paso voluntario en el camino del conocimiento, esa tarea de investigación y aprendizaje ,  que seguro que nos llevaría a un éxito duradero y a cambios profundos, sobre todo cuando no está en absoluto demostrado que unos métodos sean mejores que otros.
     Por lo visto es mucho mejor ocupar todo el tiempo que los profesores deberían invertir en investigar, pensar, crear y colaborar en hacer innumerables cursos y rellenar interminables montañas de papeles, que poco o nada tienen que ver con la calidad de la docencia. 
     La realidad, en mi opinión, es que el que pretende imponer un cambio obligado, desde una posición de poder, no consigue más que un mutación temporal y falsa que conducirá a la rebelión o al desánimo, y morirá en cuanto muden los vientos.
     Entremos con nuestro propio pie en la senda del cambio, o no.... pero que sea por propia decisión. 

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